El sol cansado de mí un día me abandonó sin hablar, sin decir. Ay de mí. La luna me acompañó callada en mi caminar sin hablar, sin decir. Ay de mí. Tu languidez soy yo, tu ancho ventanal, el aire de tu piel, tu sombra al caminar. No hay otra solución, mi mundo anciano está y ya mis manos son de duro pedernal. Podré quizás vivir, podré quizás llorar, pero no acariciar la verdad de tu abrazo. Ay de mí. Podré quizás cantar, podré quizás reír, pero no detener mi razón que en pedazos va por ti. Sobre toda tu piel quiero hacer el amor, en tu lecho de piel quiero echar mi rincón. No quiero el despertar de abrir un puño y ver que en la palma quedó sólo sal, sólo sal, sólo sal.