Tu indiferencia me hiela la sangre,
me hace temer por otra dulce herida,
veo en tu corazón latir pañuelos
y adivino en tus ojos la partida.
Sé que debo partir sin darme vuelta,
sé que llegó la hora de dejarte,
sé que debo borrarte de mi angustia
y nunca más volver a dibujarte.
Así mata mi amor la indiferencia
con que miras mi marcha hacia el olvido
pues el olvido brota de la ausencia.
Cuando el otro no entiende lo vivido
ni comprende lo herido y lo sufrido
se apaga la pasión en la conciencia
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